La agencia nacional de seguridad de Estados Unidos o NSA está de moda desde hace algún tiempo, existe la sensación generalizada de que nos espían todo el tiempo y saben hasta cuántas cucharadas de azúcar le colocamos al café todas las mañanas.
La noticia de las últimas horas es que para identificar a las personas recopilan a diario millones de fotos personales que interceptan en correos electrónicos, mensajes de texto, redes sociales, videoconferencias y otras formas de comunicación. La bomba la ha lanzado el NY Times en base a documentos divulgados por Edward Snowden, un ex empleado de la agencia.
Esto me recordó a una conferencia del investigador Alessandro Acquisti en TED sobre el reconocimiento facial donde comparte los resultados de un experimento realizado en la universidad Carnegie Mellon donde trabaja.
Lo que hicieron fue crear un software de reconocimiento facial que trabaja con el poder de cómputo de la nube y como base de datos utiliza millones de fotografías que obtuvieron de Facebook.
Como dato menciona que en 2010 se subieron más de 2.500 millones de fotos a la red social por mes y la mayoría de ellas etiquetadas.
El experimento fue muy simple, le tomaron fotografías a estudiantes al azar que querían participar y las subieron a su sistema de reconocimiento en la nube para obtener el nombre de la persona y lo lograron en 1 de cada 3 intentos.
Incluso crearon una aplicación móvil que permitía tomar la fotografía, subirla para procesarla y así obtener la información del individuo que se mostraba sobre la misma imagen. Como si se tratase de realidad aumentada, donde uno simplemente apunta su móvil hacia un rostro y ya sabe quién es.
La app por cierto no está disponible públicamente. En la charla además comenta otros experimentos muy interesantes que realizaron en torno a la información que compartimos en internet y como puede ser utilizada para bien o para mal. Es escalofriante.
Ahora bien, si desde los laboratorios de una universidad pueden hacer algo así, imagina lo que puede hacer una agencia de seguridad como la de Estados Unidos que no tiene límites de presupuesto ni de tecnología. No sólo saben cuántas cucharadas le pones al café, también saben la temperatura a la cual te gusta tomarlo y las marcas del azúcar, el café y la propia taza que ni tú mismo sabes cuál es.